Despertar con sabor a sal en las mejillas,
de esas veces de echar de menos tanto que me sudan los ojos.
Luego aparece el sabor dulce del recuerdo, como a fresas, vainilla, canela... De relamer el pasado.
Deslizar mi dedo índice por el surco salado que dejan las lágrimas,
y acordarme de que a este cuento
no le hacía falta un final,
sino más páginas.
Qué bonito!
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