domingo, 27 de abril de 2014

Cuando fui poesía y me hacías pisar Marte

El imposible lejano fluía muslo abajo.
Y tu lo relamías muslo arriba.
Vértigo-me decías, cuanto más subías- túmbate-sentenciabas.

No creo que fuera la más guapa
pero mirarse en tus ojos 
era como ser equilibrista.
Te leía a besos hoja a hoja,
aquello si era vértigo.

Cada verso un suspiro por tenerte.
-No eres libre- 
decías con la mano entre tus piernas.
Pues deja de prepararme 
como si fuera sólo tuya.

Te leía cuando tenía hambre 
o no se si el hambre apretaba mis muslos 
cuando te leía.

Viajaba, volaba, lo surcaba todo. 
Hasta aterrizar en tu garganta 
para dejarte mudo el mundo.

Me dejaban sin aire tus letras 
y sabor a quiero besarte.
Y tu lo que querías era que la falta de tu aire 
fuera proporcional a la altura de mi falda.

El universo me lo enseñabas en el entreabierto de tu boca.
Un espacio amplio e infinito
donde la gravedad vacilaba a mis pezones. 

Y un día tus pupilas en tinta 
tiñeron tu camisa blanca,
esa que se ponen las recién folladas.

Ya no me mirabas, sólo me veías.
Los versos sonaban cada vez más lejos.
Pasaste página sin mojarte el dedo.

Y dicen que en Marte hay agua,
tal vez sea la humedad 
que dejaron nuestros besos.