Como esas señales de morse,
lanzando la última llamada antes del hundimiento.
El hundimiento de mi lengua en tu espalda,
de mis dientes en tus hombros,
de tus dudas y mis miedos.
Yo me hundo contigo sea de la manera que sea.
Los talones de los pies se inventaron para impulsarnos hacia arriba en caso de tocar fondo.
Y entre los dos sumamos cuatro.
Qué miras, me preguntas,
ahora ya con la sonrisa más bonita del mundo en tu cara,
y que a mí me pone más nerviosa que a nadie.
Y si. Te miro.
Porque tengo la suerte de tenerte delante.
De observarte callada con la mirada llena de sueños.
Porque mirar con admiración,
es la mejor forma que hay de mirar a tu pareja.
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