miércoles, 4 de noviembre de 2015

¿A qué altura se navega en alta mar?

Recuerdo cómo le gustaba situarme entre el timón y su cuerpo.
No sé qué era lo que mejor sabía llevar.
Y a ambos, a mí y al mar, nos manejaba a la misma sintonía.
Follar en alta mar,
era la mejor manera de pasar las noches de verano.
No sé que me gustó más,
ser bañada por la luna o por esa manera de mirarme.
Tan seguro, tan suya, tan adentro.
Decían que ese verano volvimos a tener 15 años.
Y yo hice desaparecer la coraza que había tejido con paciencia con los hilos de los consejos de mamá.
-Confía en mí- me decía.
Y lo hice a ciegas. Absurda como esa niña de 15 años.

Y él entonces poco a poco dejó de enredarse en mi pelo y yo empecé a llenarme de polvo las manos.
Perdí el sombrero en alta mar.
Reventaron las mariposas de mi estómago.
Y después de gastarnos y desgastarnos nos rompimos de tanto usarnos.

Y aún hoy, en noches de luna llena, siento el vaivén del mar, 
sentada en el salón de mi casa.

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