sábado, 16 de mayo de 2015

Desequilibrados

A veces contemplamos la luna como si tuviera la respuesta a todo.
Y todo es nosotros.
Pinchazos en la noche me recuerdan que la herida está fresca 
a pesar del tiempo que llevamos corrompiendo nuestro presente y haciendo nuestro futuro más incierto.
Y que me importa esa incertidumbre
si lo único que me mantiene en pie
es este tambaleo.

Y me siento tan viva y extensa
que no existe puerta que me encierre
ni muro que no derrumbe.

Las heridas de guerra 
se cosen al viento 
y la sangre seca 
me dibuja tu nombre en el horizonte.

La luna juega al escondite entre las nubes de la noche. 
Ahora es ella la que me mira celosa, envidiosa, arañando los tejados, escapando de las azoteas,
tropezando con su propio brillo.

Los celos te enfrentan a ti mismo,
a ver qué versión de ti gana antes.
O nada. Y caos.

Al caos se llega sin uno darse cuenta. 
No tiene aforo limitado ni salida de emergencia.

La salida serias tu sino fuera porque cuanto más salgo de ti,
más perdida me siento.

Me da la risa cuando me quedo callada y quieta en mitad de la noche buscando el equilibrio de la balanza,
esperando que marque ni para ti ni para mi.
Pero con este vértigo, 
y este precipicio entre ambos,
imposible.

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