domingo, 16 de marzo de 2014

Deja de sucederme

Zarpaste hasta el verano que vivo
cuando visitas mi entrepierna.
Anclaste tus labios y tu lengua
en mi memoria.
Y cuando abro las piernas,
mis manos,
calman tu ausencia.

Y me abandono a la locura
de creerte mío 
y pensarte suyo.

Es un pensamiento
de portazo repentino.
Como ese instante en el que tienes 
la mano agarrando el pomo
y de repente una bofetada de aire
te arranca la puerta, y da el portazo.

Y despertar de golpe.

Me refugio en el calor escalofriante de los fogonazos que atraviesan 
la sala de mi cabeza.

Un fogonazo, un instante, una palpitación. Días de abandono emocional.

Días que soy más tuya que mía.
Que cuanto más aprieto los ojos,
ya cerrados,
más siento la presión en el pecho.

Sin alivio.

Abandonos de mi, 
orfandad que espera tu acogida.
Tu adopción entre sábanas.

Deshechos, descosidos,
besos que se caen 
como los botones de las camisas.

Busca en los bolsillos
cuando mi ausencia
se congele en tu nuca.

¿Sabes que el alma también se fustiga?
Que las marcas son más visibles
que los chupones de cuellos adolescentes.

Hay besos que mojan más,
que jarros llenos de lluvia.
Miradas que nos ilusionan más,
que cuando un niño desenvuelve un regalo.
Caricias a uno mismo 
que se sienten como si fueran otras manos.
Y recuerdos que por mucho tiempo que pase,
no mueve relojes ni avanza en calendarios. 

Y se viven otra vez.

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