jueves, 18 de abril de 2013

Beber Tormentas

Llegaste como tormenta de verano,
Estruendosa, desafiante, cegadora.

Y yo me dejé mojar. Desnuda bajo la lluvia oía el crujido de las hojas secas y las vi correr calle abajo.

Te lo llevaste todo, arrasando con el musgo perpetuo de mis pestañas que acumulaba llantos pasados.

Te llevaste la corteza seca de los troncos, y rayaste la madera sin corazones ni nombres,
Y en cada rasgar un gemido, un lamento, un deseo...

Un burratacho tallado con tu aliento.

Huracanes por brazos, alzándome a miles de pies, de pies descalzos, y lanzándome tan lejos hasta dejarme diminuta, pequeña y vulnerable.

Me arrancaste del fondo del mar, del lodo marino, de ramajes podridos. Estiraste de mi pelo llevándome a respirar al exterior.

Y me bebiste la boca.

La lluvia recorrió el escarpado paisaje de mi mandíbula hacia mi clavícula y ahí quedaste enganchado.
Te dejaste caer por la enredadera de mis pechos, y lamiste el agua de rocio ahí acumulada tiempo atrás.
Como lluvia torrencial te precipitaste hacia el valle de mi pubis. Allí te tomaste tu tiempo...

Al mal tiempo buena cara, toda ella hundida en esponjosa nube, húmeda nube, con sabor a caramelo como el de feria. Y como en noria allí te paseaste: una vuelta más, me decías. Girame todo lo que quieras.
Y lo hiciste, en el reverso, en la contra portada, después del prólogo te leíste y devoraste los capítulos pasando ligero las hojas, mojándote la punta del dedo.
Pasabas páginas de ese gran libro abierto frente a ti, iluminado por los rayos de tu tormenta.

Fogonazos que hoy me atormentan, y aún estando lejos de mi, tu tormenta, aún me moja y no es fuera donde llueve...

2 comentarios: